LAS CUATRO EPIDEMIAS DE CÓLERA DE BRIHUEGA, 1833-1855-1865-1885

El cólera tuvo su origen en las aguas del Ganges, de ahí que en sus inicios recibiese un nombre acorde: "El mal del Ganges"; después se le dieron muchos más: el mal misterioso o la enfermedad sospechosa; hasta que se acuñó lo de "Cólera Morbo".
Era
una enfermedad nueva, desconocida, que viajaba a través del aire, o
del agua, y que en apenas unas horas o unos pocos días, se llevaba a
la gente al cementerio. Sin medicinas capaces de detenerla. Era la
enfermedad misteriosa que se transmitía de unos a otros sin saber
cómo ni por qué; como si se tratase de una de aquellas plagas
bíblicas que, en lugar de castigar a una nación, las castigó a
todas.
A
España llegó en 1833, y a la provincia de Guadalajara en los
primeros días de julio de ese año. Cuatro fueron las principales
acometidas de este, entonces, desconocido mal que vivió el siglo; la
primera en 1833, a la que siguieron una nueva en 1855; la tercera en
1865 y una cuarta y última en 1885, que traspasó la frontera del
tiempo para pasar a llamarse, en muchos pueblos de la
provincia, el año del cólera.
A
España esas cuatro grandes epidemias le costaron cerca de millón y
medio de muertos; a Guadalajara cerca de 15.000, lo que vendría a
suponer el 8 o el 10 por ciento de su población.
La
epidemia de 1833 llegó a la Alcarria, a través de unos pobres
segadores, a los que el Gobernador mandó volverse para Cuenca, de
donde procedían. Pero cuando salieron el mal estaba ya extendido, y
la gente moría sin saber por qué. Una descomposición general
provocaba una deshidratación que causaba la muerte instantánea,
dejando
un rosario de muertes, de
340
fallecidos en Brihuega.
Los
remedios afloraron por cualquier parte, desde las aguas milagrosas a
los remedios más impensables, como "tomar
una copa de aguardiente en ayunas, y un vaso de vino, seguido de otro
de agua, cada media hora, acostarse una persona sana con otra
infectada para darle calor…"
Se suspendieron fiestas, eventos, ferias, romerías. Se prohibió el acompañamiento en los entierros, que tenían lugar a lo largo de la noche, y hasta se suspendió el toque de difuntos. La epidemia de 1855, recorrió toda la provincia, dejando su reguero de muerte, produciendo en Brihuega unas 300 muertes.
La
última y más documentada epidemia, la de 1885, tras la férrea
censura que rodeó la de 1865 no dejando datos oficiales sobre las
muertes que produjo, pasó por Guadalajara sin hacer apenas daño,
teniendo un preámbulo en Molina de Aragón en 1884, esta última epidemia de cólera no dejó
muchas muertes en Brihuega.
En
estas epidemias, como ocurre en la actualidad, hubo héroes y
villanos. Médicos y sacerdotes que entregaron sus vidas por ayudar a
los más necesitados, e industriales sin escrúpulos que inventaron
remedios y jarabes imposibles que vendieron a precio de oro. Alcaldes
que negaron la epidemia, para no arruinar la economía de sus pueblos
hasta que a sus pueblos los arruinó la muerte; y la mano de la
caridad que, a falta de otros recursos, ayudó a que los pueblos
pudiesen salir adelante.
También,
estas epidemias, trajeron algunos cambios: el reconocimiento a la
moderna medicina, la higiene, tanto de las personas como de los
municipios; la solidaridad y la lucha por la vacuna, que logró un español, Jaime Ferrant y Clúa, en 1885.
A
partir de entonces hubo un medio con el que hacer frente al mal.
Después llegó la de la gripe de 1918-1920, España al ser
el único país que se hizo eco del problema, provocó que la
epidemia se conociese como la Gripe Española. Y a pesar de no ser el
epicentro, España fue uno de los más afectados, con 8 millones de
personas infectadas y 300.000 personas fallecidas,
aunque la provincia no fue de las más afectadas; y más tarde la de
viruela, que tanto daño hizo en los primeros años de la década de
1930. A todas se las venció.