EL PRADO DE SANTA MARÍA EN BRIHUEGA, LA QUIETUD HECHA REALIDAD

El Prado de Santa María de Brihuega fue antiguamente el recinto exterior del castillo de la Piedra Bermeja, y hoy es un parque donde se respira tranquilidad.
En ese lugar han paseado, desde los reyes musulmanes de Toledo, hasta el monarca castellano Alfonso VI, a quien Al‑Mamún regaló el lugar y fortaleza. Sin olvidar las estancias sucesivas de los arzobispos toledanos, y de los reyes de Castilla.
El recinto está casi totalmente cerrado por la muralla del patio exterior del castillo, y se abre por la "reciente" «Puerta de la Guía», que atraviesa la gruesa muralla, dando paso a la vista del castillo . Casi con seguridad puede afirmarse su primitivo carácter celtibérico, ocupado después por romanos y visigodos, y más tarde de árabes, que fortificaron la «Peña Bermeja» y dieron a este enclave un carácter de recinto guerrero y residencial. Ya en poder de Alfonso VI, fue reforzado fuertemente, siendo los arzobispos toledanos, a las que pasó en 1086, los que le dieron su grandeza y su definitiva prestancia.
En el prado se encuentra la capilla de la Vera Cruz, antigua dependencia del castillo, cubierta de larga bóveda de cañón, y que hoy es sede de los pasos de Semana Santa. Junto a la puerta, una placa, obra del ceramista Chacón, puesta al final de septiembre de 1973 en, recuerdo y homenaje a los hermanos Durón, Diego y Sebastián, naturales de Brihuega, y afamados músicos en los finales del siglo XVII, y en un rincón, una sencilla base de piedra,
De frente aparece el templo de Santa María. Iglesia de transición del románico al gótico, con una magnífica puerta de acceso. En su interior, arquitectura gótica, con aditamentos platerescos puestos en el siglo XVI por el cardenal Tavera, cuyo escudo luce sobre la puerta occidental, se conserva la imagen románica de la patrona de la villa, la Virgen de la Peña. La tradición dice que fue en ese mismo lugar, en la «Peña Bermeja», donde se le apareció la Virgen a la princesa. Elima, hija de Al‑Mamún de Toledo.
Los conocidos como los "Guinches" dan la vista a una panorámica sobre los huertos cercanos, y al valle del Tajuña. A Occidente del Prado de Santa María, se encuentra un edificio que fue convento de frailes franciscanos, fundado por Juan de Molina.
Luego creció la fundación, que fue habitada por frailes de la reforma hecha por San Pedro de Alcántara, y al fin, en 1835, al ser exclaustrados los religiosos, se convirtió en Hospital de la Villa.
Y cerrando ya el Prado de Santa María, aparece nuevamente la muralla, en la que se abre el arco del «juego de pelota», flanqueado por dos voluminosos y recios torreones.