EL LEGADO ANDALUSÍ DE BRIHUEGA

El legado andalusí de Brihuega es grande, aunque las guerras posteriores a la época andalusí destruyeron gran parte de este patrimonio histórico.
Con
la llegada del islam, Brihuega se constituyó como un enclave
militar. Esta función castrense, que posiblemente tuviera su origen
en el periodo del emirato, vendría definida por el emplazamiento del
pueblo en la «Marca Media» la frontera, o 'marca media', era
una de las demarcaciones territoriales en que estaba dividido
al-Ándalus, la antigua península ibérica islámica, durante
el emirato y
el califato
de Córdoba,
que se constituía como un emplazamiento de frontera.
No
en vano, "los textos conocidos sobre la villa subrayan su
relevancia durante la época musulmana". Un postulado compartido
por el cronista de Guadalajara, Antonio Herrera Casado, al indicar
que está "inequívocamente probada" la existencia de un
"castillete o torreón defensivo" de origen arábigo en la
localidad.
El
protagonismo de Brihuega en la Edad Media viene determinado por su
papel en el señorío territorial del arzobispo de Toledo. Pero el
proceso arquitectónico y urbano del pueblo se estableció sobre la
base de conceptos y transformaciones gestadas a lo largo del mandato
de Al–Mamún, monarca de la taifa toledana.
La
herencia islámica de Brihuega se puede observar, más
detalladamente, en la fortaleza existente en el municipio. El origen
del complejo presenta rasgos previos a la llegada de los castellanos.
"El castillo original musulmán se emplazó sobre un lugar de
indiscutible valor estratégico, una peña que domina todo el valle
del Tajuña", explican los historiadores. Por tanto, se concibió
como un lugar de vigilancia.
Todas
las características patrimoniales del lugar entroncan con la
arquitectura hispanomusulmana. "El trazado de un recinto reforzado
por torres macizas de escasa proyección es característico de las
construcciones militares emirales y califales. Las propias
dimensiones de los torreones remiten a las de Huesca, Madrid, Mérida,
Talavera o Madinat Al–Zahra, cuyo ancho se sitúa alrededor de los
cuatro metros y medio", confirman los especialistas. "La
disposición de estas atalayas, situadas en los ángulos, evoca a las
edificaciones militares del islam peninsular hasta el fin del
Califato, que eran regulares y poseían torres en las esquinas y el
centro de los lados".
Fue
durante la época islámica cuando la población comenzó a tomar
forma. Y lo hizo en torno a su fortaleza, que inicialmente, tenía
usos militares. Unas funciones que, con el paso de los años, se
fueron ampliando, gracias al enfoque residencial que adoptaron las
instalaciones.